El síndrome del emperador, también conocido como síndrome del niño tirano o síndrome del niño rey, es un fenómeno cada vez más común en el que los niños llegan a dominar a sus padres e incluso, en casos extremos, maltratarlos. Estos niños presentan una serie de características distintivas que los identifican.
Una de las principales características de los niños con el síndrome del emperador es su sentido exagerado de lo que les corresponde, esperando que quienes los rodean les proporcionen todo lo que desean. Además, tienen una baja tolerancia a la incomodidad, especialmente cuando experimentan frustración, desengaño, aburrimiento o se les niega algo que han pedido. Esta falta de tolerancia se manifiesta a través de rabietas, ataques de ira, insultos y, en algunos casos, violencia.
Estos niños suelen tener pocos recursos para resolver problemas o enfrentar experiencias negativas, ya que están muy centrados en sí mismos y creen que son el centro del mundo. Buscan constantemente justificaciones para sus comportamientos y culpan a los demás por lo que hacen, esperando que sean los demás quienes resuelvan sus problemas. Además, carecen de empatía y no son capaces o no quieren ver cómo sus acciones afectan a los demás. Su exigencia es extrema y una vez que obtienen lo que desean, muestran insatisfacción y quieren aún más.
Estos niños también tienen dificultad para sentir culpa y suelen discutir las normas y los castigos impuestos por sus padres, considerándolos injustos. Sin embargo, este comportamiento les compensa, ya que pueden obtener más privilegios al inducir sentimientos de culpa en sus padres. Exigen atención no solo de sus padres, sino de todo su entorno, y cuanto más atención reciben, más la reclaman. Les cuesta adaptarse a las demandas de situaciones fuera del ámbito familiar, especialmente en la escuela, ya que no responden bien a las estructuras sociales establecidas ni a las figuras de autoridad. Además, suelen experimentar tristeza, enojo y ansiedad, y tienen una baja autoestima.
Es común culpar a los padres por este tipo de comportamiento, ya que se considera que son demasiado permisivos y protectores con sus hijos. Sin embargo, también influyen otros factores, como el entorno en el que los niños crecen, especialmente en una sociedad consumista, individualista y que valora el éxito fácil y rápido por encima de todo. Además, puede haber una predisposición genética que explique por qué solo un miembro de una misma familia se ve afectado por este síndrome.
Existen señales de alerta que nos pueden indicar la presencia del síndrome del emperador en un niño. Debemos estar atentos a aquellos niños que imponen sistemáticamente su voluntad o que tienen rabietas en lugares públicos frente a toda la familia. También debemos tener en cuenta a los niños que siempre logran salirse con la suya, ya que esto puede generar dinámicas de chantaje emocional en la familia.
Entre las posibles causas del síndrome del emperador se encuentran los padres hiperprotectores y permisivos, que ceden ante los caprichos de sus hijos para evitar que sufran. Además, la discrepancia educativa entre los progenitores puede ser un factor de riesgo, por lo que es importante unificar las personalidades y mantener una actitud educativa firme y coherente en la imposición de normas. Los cambios en la estructura familiar, como el divorcio, las nuevas parejas, los hijos únicos y la maternidad o paternidad en edades avanzadas, también pueden contribuir a que un niño se convierta en un “bien precioso” cuyos deseos siempre deben ser satisfechos, sin conocer límites ni disciplina.
La frustración es un sentimiento normal en el desarrollo infantil, y a partir de cierta edad es necesario establecer rutinas, reglas y límites claros para que los niños aprendan a lidiar con ella. Sin embargo, algunos niños desarrollan actitudes tiránicas a partir de los seis años, mostrándose impulsivos, insensibles, poderosos y carentes de empatía. Estas actitudes pueden agravarse en la adolescencia si no se abordan adecuadamente.
Si sospechas que tu hijo presenta el síndrome del emperador, existen algunas pautas eficaces que puedes seguir:
- Establecer reglas claras y explicar las razones de esas reglas.
- Ser coherentes. El padre y la madre deben tener la misma opinión respecto a un mismo problema.
- Mostrarse firmes respecto a lo que el padre y la madre hayan decidido, de forma conjunta
- No imponer un castigo que luego no se cumpla. No olvidemos que existen castigos negativos y positivos
- Supervisar las actividades de los hijos.
- Procurar gratificar en vez de castigar.De igual modo, si el hijo ha hecho algo de forma adecuada es preciso el refuerzo positivo que, obviamente, no tiene porqué ser nada material
- En el caso de los niños más caprichosos, se debe intentar hacer lo posible para mejorar nuestra relación con ellos.
- Otorgar a los hijos responsabilidades acordes a su edad , como recoger la mesa o ponerla, sacar la basura, hacerse la cama, sin importar el sexo.
- No apartarles ni sobreprotegerles, ambas cosas podrían configurar un niño tirano
Educar no es una tarea fácil, y requiere un equilibrio entre el amor y la frustración. Si los padres no imponen límites y reaccionan ante las conductas del niño, el problema puede crecer y escaparse de las manos. En caso de encontrarte en esta situación, es recomendable actuar con sentido común, sin exasperarse ni recurrir a la violencia.