Éste es el capítulo «Y líbranos, Señor, de las supermayorías» del libro México en la encrucijada. Elecciones 2024, publicado por Topodrilo Libros.
El riesgo para México en 2024 es que una supermayoría de Morena en el Congreso restaure la presidencia imperial.
La elección general de 2024 en México ocurre en un escenario nacional y global marcado por severos riesgos para el futuro de la democracia. Una supermayoría de Morena los agrava.
Por Rodolfo Soriano-Núñez
Lo que está en juego en la elección de 2024 no es la presidencia de la República. En ese cargo podría haber un cambio en las tendencias que actualmente muestran la mayoría de las encuestas, al redactar estas líneas a principios de abril, pero veo difícil que pudiera ocurrir una sorpresa.
Lo que está en juego es si Andrés Manuel López Obrador podrá o no heredar a Claudia Sheinbaum Pardo una supermayoría o mayoría calificada en el Congreso de la Unión. Esa supermayoría garantizaría incluso que el propio López Obrador pudiera ser él mismo quien envíe al Congreso las reformas de la Constitución General que la imprudencia, arrogancia e indisposición a dialogar que caracterizó a su gobierno hicieron que fuera incapaz de lograr, a pesar de su victoria en 2018.
Sería una suerte de minisexenio, semejante a aquella pesadilla que vivió México en los últimos tres meses de la presidencia de José López Portillo, en 1982. Sin negar las muchas diferencias, el resultado sería similar: cambios radicales logrados gracias al dominio total de las mayorías absolutas necesarias para aprobar reformas constitucionales a capricho de la presidencia.
Aunque el gobierno de López Portillo acabó en un abucheo, en las elecciones de julio de 1982 poco o nada estuvo en realidad en juego. Miguel de la Madrid Hurtado del Partido Revolucionario Institucional se impuso con relativa facilidad a Pablo Emilio Madero, candidato de Acción Nacional. Ello le permitió a López Portillo nacionalizar la banca con relativa facilidad y proceder con las medidas de control de cambios, devaluación del peso y brutales recortes al gasto público del gobierno federal que acompañaron el final de su administración.
El minisexenio que asoma el rostro en 2024 no iría acompañado de medidas económicas similares, pero sería posible gracias a una presidencia con un poder absoluto, del que no se desprendió del todo en los últimos 35 años y que volvería a hacer del Ejecutivo la clave de todo el sistema político en México.
Aunque al momento de redactar estas líneas todavía no hay suficientes encuestas que den cuenta de la posible integración futura del Congreso, en las que conozco sobre esa dimensión, no hay evidencia de que Morena y sus aliados puedan hacerse de una mayoría de ese tipo, aunque los riesgos persisten.
La urgencia de López Obrador por lograr esa supermayoría se puede apreciar no sólo en la manera en que viola repetidamente la así llamada “veda electoral”, el presidente que más lo ha hecho en el breve periodo en que ese dispositivo de control de los poderes ejecutivos en los tres niveles de gobierno se creó. No duda en usar cualquier cosa, incluso el ataque contra la embajada de México en Quito, para hacer campaña por sus candidatos y lograr la anhelada mayoría calificada.
Minutos antes de que terminara este texto, supe de la manera en que el Partido Verde Ecologista de México había celebrado algún acuerdo de último momento con los restos del Partido Encuentro Social o Encuentro Solidario, que dirige Hugo Eric Flores, exfuncionario de gobierno de la capital de la República, a pesar de que ejerce también como ministro de una congregación evangélica. Es difícil imaginar que un partido que no pudo conservar su registro sea tan importante para la coalición que preside sólo de nombre la señora Sheinbaum y, sin embargo, el apuro por amarrar hasta el último voto disponible llevó al PVEM a este acuerdo que, en cualquiera de los casos, no servirá para resucitar al PES de Flores.
Una desesperación similar se ve en los operativos de la campaña digital de Morena. Ellos hostigan a quien publique puntos de vista contrarios a lo que López Obrador proclama desde Palacio Nacional. La virulencia de los ataques recuerda a lo que se ve en las redes sociales argentinas, donde incluso venerables figuras de la farándula de Buenos Aires como Mirtha Legrand, evitan responder preguntas en una entrevista por miedo a las agresiones de los fieles de Javier Milei en redes sociales. En México, esas agresiones son todavía mayores contra los medios que publican reportes que dan cuenta del fracaso de las políticas en materia de seguridad pública o que vinculan a López Obrador y sus operativos, actuales o previos, con los grupos de narcotraficantes que siguen siendo responsables del grueso de la violencia que padece México.