Con su reciente reelección, Trump está más inclinado a una estrategia militar más agresiva en la frontera sur de Estados Unidos.
Por James Bosworth
Cuando analistas conservadores comenzaron a sugerir a principios de este año que Donald Trump, en caso de ganar las elecciones presidenciales, podría emplear al ejército estadounidense para atacar a los cárteles de la droga en México, la reacción inicial fue de incredulidad. Bombardear laboratorios de fentanilo y enviar fuerzas especiales para eliminar a líderes del crimen organizado parecía una idea demasiado extrema para debatir. Esto era especialmente cierto dada la postura de Trump sobre la reducción del papel de Estados Unidos en conflictos internacionales, como en Ucrania, lo que sugería un enfoque más aislacionista en política exterior.
Sin embargo, que muchos analistas razonables consideren que estos ataques militares son una mala idea no significa que Trump no los lleve a cabo. En julio, al ser preguntado sobre la posibilidad en una entrevista con Fox News, Trump respondió: “México tendrá que arreglar esto muy rápido, o la respuesta es absolutamente sí”. Además, Mark Esper, uno de sus secretarios de Defensa durante su primer mandato, reveló que Trump solicitó opciones militares contra los cárteles en ese entonces y apenas fue disuadido de ejecutarlas.
Con su reciente reelección, Trump parece inclinado a una estrategia militar más agresiva en la frontera sur de Estados Unidos para frenar la migración, mientras que sus asesores consideran seriamente operaciones militares transfronterizas en México. Esto sugiere que su próxima administración podría estar preparando un enfrentamiento directo con los cárteles, que iría mucho más allá de la tradicional “guerra contra las drogas”.
El desafío diplomático
La primera barrera para una estrategia militar de este tipo es diplomática. La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha rechazado hasta ahora la cooperación en seguridad con Estados Unidos y ha reducido el ya limitado intercambio de inteligencia entre ambos países desde que asumió el cargo en octubre. Aunque Sheinbaum ha adoptado un enfoque más agresivo contra los cárteles, utilizando al ejército mexicano para ello, su postura refleja una desconfianza histórica hacia la intervención estadounidense en México, arraigada en episodios como las invasiones del siglo XIX.
Dentro del equipo de Trump parece haber consenso sobre aumentar el uso de la fuerza militar contra los cárteles. La discusión principal es si se debe buscar la cooperación del gobierno mexicano o actuar unilateralmente sin su consentimiento. Si Estados Unidos decide proceder sin coordinarse con México, las repercusiones diplomáticas podrían ser severas.
Desafíos tácticos y estratégicos
Incluso con cooperación, las operaciones militares contra los cárteles presentan riesgos significativos. Localizar líderes criminales y laboratorios de fentanilo no garantiza el éxito, y cualquier misión conlleva el peligro de fracasar. Un escenario similar al de Black Hawk Down—donde tropas estadounidenses se encuentren atrapadas en enfrentamientos violentos con fuerzas criminales o incluso con soldados mexicanos defendiendo su soberanía—es una posibilidad real.
Además, los cárteles, aunque orientados al lucro más que al terrorismo ideológico, podrían responder con violencia directa contra intereses, empresas y ciudadanos estadounidenses, tanto en México como en territorio estadounidense. A diferencia de grupos como Al Qaeda o el Estado Islámico, los cárteles tienen la capacidad de llevar el conflicto al corazón de Estados Unidos.
¿Qué lograría una victoria militar?
Incluso si las operaciones militares alcanzaran sus objetivos tácticos, como eliminar líderes clave y destruir laboratorios de drogas, la estrategia de fondo sigue siendo cuestionable. La experiencia pasada muestra que, al desarticular grandes cárteles, surgen grupos más pequeños y violentos que continúan el tráfico de drogas y exacerban la violencia.
Por ejemplo, en 2012, el gobierno de Enrique Peña Nieto en México eliminó a más de 100 líderes de cárteles, lo que resultó en un aumento de los homicidios y en la fragmentación de las organizaciones criminales. De manera similar, la captura de líderes del Cártel de Sinaloa por parte de agencias estadounidenses ha desatado violentos conflictos internos en México.
El costo de una victoria militar
Aún en un escenario hipotético donde EEUU lograra desmantelar a uno o dos cárteles importantes, el costo político y social sería enorme. Las relaciones entre Estados Unidos y México se verían gravemente afectadas, la frontera podría cerrarse y las cadenas de suministro se interrumpirían, dañando la economía de ambos países.
No obstante, todo indica que la administración Trump avanza hacia una operación militar en México. Las preocupaciones diplomáticas, tácticas y estratégicas no parecen estar frenando estos planes, y los analistas y empresas que observan las relaciones entre ambos países harían bien en considerar este escenario en sus análisis.
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*James Bosworth es fundador de Hxagon, una firma de análisis de riesgos políticos, y miembro del Latin America Program del Wilson Center. Tiene dos décadas de experiencia analizando política, economía y seguridad en América Latina.