El equipo mexicano, que buscaba foguear a sus jóvenes, queda eliminado tras solo hacer un gol en el torneo y con un reguero de dudas
México jugaba contra las probabilidades y sus límites. Los futbolistas mexicanos ya no aspiran a dar el gran salto mundial para colarse entre las 10 mejores selecciones del mundo. Ahora juega para evitar fracasos, para ganar por la mínima, para minimizar daños provocados por los dirigentes de su país. La selección mexicana está embarrada en el lodo, sin posibilidad de levantarse de un nocaut. Los aficionados, fieles seguidores en Estados Unidos, ya empieza abandonar al equipo. El barco mexicano está encallado, con una avería que exige al más prolífico entrenador para rescatar a una plantilla sin gol, ni seguridad con el balón. Ni hablar de una tripulación que poco tiempo ha tenido para madurar. Contra Ecuador, el equipo mexicano dependía de sí mismo y su propia identidad lo abandonó con un empate 0-0, insuficiente para jugar los cuartos de final en la Copa América.
Jaime Lozano hizo lo que pudo contra Ecuador. Intentó cambiar el once con respecto a sus otros juegos contra Jamaica y Venezuela. Volvió a confiar en Santiago Giménez y Julián Quiñones. Lozano. Y se quedó esperando. No hubo gol. Ni alegrías, ni regates, ni nada que pudiese romper el arco jamaiquino, venezolano o ecuatoriano. La única anotación que consiguieron fue a base de arduo trabajo de un defensor lateral llamado Gerardo Arteaga. El equipo mexicano intentó proponerle a Ecuador; cuando recibía la réplica ecuatoriana los defensores mexicanos temblaban. Tenían problemas para despejar. Los problemas eran evidentes con los problemas de Jorge Sánchez y César Montes, dos jugadores que aún quieren demostrar que son más que una promesa.
México quería aferrarse al milagro deportivo; Ecuador se dedicaba a guardar y conservar el marcador con todo tipo de estrategias. Desde el balón largo para encontrar a un Enner Valencia afortunado, presionar la salida de los defensores mexicanos o dedicarse a buscar la lesión espontánea para hacer tiempo. Los ecuatorianos, con más colmillo, se dedicaron a aguantar. El primer tiempo fue competitivo entre ambas selecciones. Ya la segunda parte fue un partido de barrio con mucha anarquía y sin claridad. En el tiempo agregado, los mexicanos asediaban el área de Ecuador con tanta insistencia. Guillermo Martínez exageró una entrada y el árbitro dictaminó penalti. El VAR no lo dudó: ningún maquillaje podía ocultar la herida mexicana de quedar fuera en primera fase.
Cuando Lozano volteaba al banquillo no encontró respuestas. Ningún revulsivo era suficiente. El mayor problema para conformar al equipo fue encontrar a futbolistas jóvenes que tuviesen un buen recorrido en Primera División. La materia prima, sin embargo, escaseó y en la Copa América mostró su verdadero rostro. El tiempo se agota para un México que quiere dar su mejor actuación en el Mundial de 2026, mismo que organizará con EE UU y Canadá. A dos años, el equipo luce perdido. Los dirigentes de la Federación Mexicana de Fútbol aseguraron, poco antes del arranque del torneo, que Lozano sería el entrenador ideal para llegar a la Copa del Mundo. Tras el funcionamiento del equipo, ese compromiso está en duda. Lozano aseguró que su continuidad no depende de él, sino de los directivos. “Si no se cumple el objetivo es natural dudar de mi continuidad, pero si los jugadores creyeron hasta el final es por algo”, contó. “Hoy nos hemos quedado en la orilla”, agregó. Tras el pitazo final reunió a todos sus futbolistas para dedicarles una última arenga.
México, desde 2019, va de fracaso en fracaso: Nations League, Mundial y ahora la Copa América. Los máximos directivos mexicanos pagan, una vez más, las decisiones de eliminar el ascenso-descenso, del alto número de futbolistas extranjeros en la Liga, de crear un embudo en Primera División para los jóvenes. Los grandes prospectos mexicanos piden más minutos y apenas los tendrán tras el revés de este domingo. México se lamenta y se aleja del fútbol, aunque sea por un rato.