La candidata presidencial Kamala Harris está a punto de convertirse en la primera presidente de EEUU y la primera indio afroestadounidense con poder.
Kamala Harris ha guardado silencio sobre su género y raza, una estrategia muy similar a la Barak Obama en su campaña.
Por Beatriz Pascual Macías
Washington (EFE).- La vicepresidente estadounidense y candidata demócrata, Kamala Harris, está a un paso de convertirse en la primera mujer y la primera afroamericana de origen indio en llegar a la Casa Blanca. Sin embargo, ha optado por no destacar su género ni su raza en un esfuerzo por conectar con votantes independientes y republicanos moderados.
A sus 60 años, su trayectoria ha estado marcada por las primeras veces: fue la primera fiscal de distrito negra y la primera mujer en ejercer como fiscal general en California, la primera indio-estadounidense en llegar al Senado y la primera mujer vicepresidente de Estados Unidos.
A pesar de esos logros, Harris nunca ha utilizado su raza ni su género como ejes principales de sus campañas, y tampoco lo está haciendo en esta ocasión.
La razón por la que no enfatiza el aspecto histórico de su candidatura es la necesidad de atraer a votantes independientes y republicanos moderados, quienes, a diferencia de muchos demócratas, suelen asociar el liderazgo del país con una figura masculina, explica Debbie Walsh, directora del Centro para Mujeres en Política de la Universidad Rutgers.
“Para estos votantes, Harris debe desmantelar la imagen preconcebida de quién puede ocupar la Presidencia y en quién se debe confiar para liderar el país”, señala.
Harris prefiere que los hechos hablen por sí mismos. En lugar de enfatizar su condición de hija de inmigrantes de Jamaica y de la India, se proyecta como una líder capaz de unificar el país más allá de las diferencias raciales, siguiendo la estela de Barack Obama, quien evitó convertir la raza en el eje de su mensaje electoral.
Paralelismos de Kamala Harris con Barack Obama
A excepción del discurso histórico que dio Obama en marzo de 2008 en Filadelfia, titulado ‘A More Perfect Union’ (Una unión más perfecta), el entonces candidato rara vez mencionó el color de su piel durante la campaña. Lo histórico de su elección ya forma parte de la narrativa en torno a él.
Harris, por su parte, dejó claro cuál sería su enfoque sobre la raza y el género en la Convención Nacional Demócrata de agosto, cuando fue oficialmente designada como candidata del partido, apenas un mes después de que el presidente estadounidense, Joe Biden, anunciara el final de su campaña.
En su discurso, ofreció una imagen de líder fuerte y preparada para dirigir el país en sus momentos más difíciles, prometiendo que como comandante en jefe garantizará que Estados Unidos mantenga “la fuerza militar más poderosa y letal del mundo”.
Al escenario subió con un sobrio traje azul marino, en contraste con el color blanco que Hillary Clinton lució en 2016 en honor al movimiento sufragista, cuando hizo historia como primera mujer en aceptar la nominación a la Presidencia por uno de los dos grandes partidos.
A diferencia de Kamala Harris, Hillary Clinton hizo del género un tema central de su campaña, mencionando en sus discursos a las mujeres que le habían abierto camino y haciendo referencia constante a las grietas que ella y sus seguidores estaban haciendo en “el techo de cristal más alto y duro”.
Entonces, los demócratas veían el género como una herramienta para generar entusiasmo entre los votantes. Como explica Dolan, Clinton era una figura tan conocida por los estadounidenses por su papel como primera dama y senadora por Nueva York que era necesario aportar un elemento novedoso para despertar el interés del electorado.
¿Está EEUU preparado para una mujer presidente?
La derrota de Clinton en 2016 llevó a muchos a concluir que el país no estaba listo para una mujer en la Casa Blanca. Sin embargo, Dolan defiende que esa lectura no refleja la realidad: Clinton recibió casi 2,9 millones de votos más que el expresidente y candidato del Partido Republicano, Donald Trump, aunque perdió por el sistema del colegio electoral.
“El pueblo estadounidense ya ha demostrado que está absolutamente dispuesto a votar por una mujer”, apunta el experto.
De hecho, los datos de la consultora Gallup, que lleva casi 90 años midiendo la disposición de los estadounidenses para votar a una mujer, muestran un cambio radical. En 1937, solo el 33 % se declaraba a favor, pero hoy ese porcentaje ha subido al 93 %.
El género ya no es el factor decisivo para la mayoría de los votantes. En su lugar, el partido y la ideología marcan la pauta y la mayoría eligen a uno u otro candidato dependiendo de su nivel de estudios, su raza o si viven en zonas rurales o urbanas.
El terreno parece listo para un cambio histórico, pero está por ver si el 5 de noviembre Kamala Harris será la encargada de romper la última barrera que aún separa a una mujer de la Presidencia de Estados Unidos.