Sheinbaum no aborda el tema de la economía que será afectada por los decretos de Trump.
Habla de ir a las causas, pero Sheinbaum no da un solo paso hacia ese objetivo.
Por Cinthya Alvarado Enríquez
Desde la campaña por la presidencia de Estados Unidos, Claudia Sheinbaum nunca ofreció conciliación, tampoco lo hizo cuando fue declarado el triunfo de Donald Trump. Y ahora, al asumir el poder, tampoco muestra ningún grado de actitud conciliatoria. Esa postura revanchista o defensiva lanza una mala señal al republicano, quien, sin miramientos, también desafió al gobierno de los morenistas al cumplir su promesa de clasificar como terroristas a los cárteles de droga extranjeros y penalizar a México y Canadá con un 25% de aranceles.
Las causas
La presidente Claudia Sheinbaum no ha entendido lo que sus palabras significan en profundidad; queda en la superficialidad y pierde por lo mismo el respeto de alguien que, además de representar a un país avasallante por antonomasia, es frontal y sabe bien que representa un país hegemónico. Esto debe reconocerse con objetividad, lo que no implica bajar la cabeza ni sometimiento. Sin embargo, Claudia y quienes la asesoran no han mostrado clase de diplomacia, donde es fundamental entender que no es lo mismo humildad que humillación o servilismo.
El régimen morenista lleva seis años y medio en el poder sin haber atendido las causas, expresión que usan a menudo para justificar que no es lo que les interesa transformar. Cuando Sheinbaum dice ir a las causas de la pobreza, con los morenistas, en noviembre de 2024, la población ocupada en la informalidad laboral ascendió a 32.8 millones de personas, y la tasa de informalidad laboral representó el 54.6% de la población ocupada. Según el periódico Vanguardia, el 16 de enero de 2025, más del 40% de las empresas decidieron frenar sus inversiones en México debido a la inestabilidad política y la Reforma Judicial. El perfil del gobierno de Andrés Manuel López Obrador y el de Claudia Sheinbaum ha repetido la fórmula trillada del populismo: dádivas a cambio de clientelismo electoral.
La migración y el narcotráfico como moneda de cambio
Siendo la migración una moneda de cambio para Estados Unidos, el gobierno morenista encontró, pensaron ellos, el talón de Aquiles izquierdo de USA. Abrieron las fronteras de par en par, permitiendo que pasaran desde 2018 hasta 2024 más de 3 millones de indocumentados, entre los que se camuflaban criminales, terroristas, espías y desestabilizadores con tareas diseñadas y financiadas. Al saber que tales adjetivos encienden los reflectores, entraron en ese juego sucio de pretender manipular al gobierno estadounidense. Donald Trump lo dijo varias veces durante su campaña: México pedía grandes sumas de dinero para atender el asunto migratorio, pero él sabía que ese dinero iba a financiar el gobierno mexicano sin resolver el problema.
En cuanto al narcotráfico, la situación empeora, porque el gobierno morenista, asociado con los cárteles, les permitió extender su dominio no solo hacia Estados Unidos, sino también hacia otros países, incluso en el Medio Oriente. Lejos de atender las causas, cerrando el paso a los cárteles y desmantelando con inteligencia sus activos y poder, Andrés Manuel López Obrador financió sus campañas con dinero del narcotráfico, les concedió cargos públicos, les permitió armarse mucho mejor que el propio ejército y nunca atendió las causas. Una de ellas, la colusión entre las órdenes de gobierno, no fue abordada; por el contrario, ambos, cárteles y gobiernos, se comprometieron mutuamente en detrimento de la seguridad de los ciudadanos, lo que resultó en una grave crisis de soberanía del Estado en el interior del país.
Morena y crimen organizado
La relación entre los morenistas y los cárteles del crimen organizado ha llegado a un punto crítico. Abiertamente imponían candidatos, asesinaban a los opositores, compraban votos y deshacían elecciones con violencia. Establecieron puestos de control y generaron una sinergia entre migración, narcotráfico y omisión gubernamental, lo que dejó ganancias multimillonarias a los grupos criminales. Los migrantes, valiosos más que un kilo de droga, eran extorsionados, explotados sexual y laboralmente. La política de «abrazos, no balazos» evidenció esta alianza entre el gobierno y los cárteles, dejando una huella tangible de la corrupción y la violencia.
Ahora, Claudia Sheinbaum sigue mostrando su aversión hacia la captura de figuras clave del narcotráfico, como «El Mayo» y «Los Chapos», y a la clasificación de los cárteles como terroristas, temiendo que esto pueda dar pie a la intervención de las fuerzas de seguridad de EE. UU. en territorio mexicano.
¿Acaso no saben Biden y Trump, así como las agencias de investigación, que en la Frontera Sur de México los cárteles operan con la anuencia del estado mexicano, controlando el tráfico de drogas, armas, personas y otros delitos?
Trump penaliza al Gobierno de México y sus aliados
El problema intrínseco de la política en México sigue siendo frívola y vulgarmente demagógica. Las declaraciones y acciones de Trump no son al azar ni para ganar aplausos; aunque proteccionista y petulante, sabe que al declarar la justificación para que sus fuerzas federales detengan a criminales en suelo mexicano, su cooperación con el gobierno mexicano es incierta. Ni Biden ni Trump confían plenamente en informar al gobierno mexicano sobre las acciones de seguridad, como lo evidenció la captura de «El Mayo» Zambada. Para muchos mexicanos, esa acción fue positiva y plausible, aunque AMLO y Sheinbaum la consideraron irrespetuosa, imperialista e intervencionista, argumentando que vulneró nuestra soberanía.
Mientras los gobiernos morenistas envían «ayuda» a Venezuela y Cuba sin consultar a los ciudadanos mexicanos, apoyando regímenes autoritarios y expulsores de migrantes, los EEUU mantienen su postura de cerrar las puertas a esos países y enfrentar a los aliados de los BRICS, que son contrarios a la hegemonía del dólar. Con las deportaciones masivas y la política unilateral de «permanece en México», Trump responde a la participación de México con esos adversarios, exigiendo que pague las consecuencias.
¿Por qué Claudia no envió un equipo robusto para dialogar con Trump inmediatamente después de su triunfo? ¿Por qué sigue siendo combativa y defensiva? Sería más inteligente y diplomática mostrar empatía hacia Estados Unidos, solicitando que los países expulsores de migrantes paguen por su repatriación si realmente quiere atender las causas. Es momento de comportarse como adultos y no depender de dádivas ni paliativos. Si EE. UU. está cerrando sus puertas a todo lo relacionado con la migración, México no debe cargar con todo el peso, sino que sus aliados, como Cuba y Venezuela, deberían asumir su responsabilidad.
Claudia se enreda en sus dichos y actitud, tratando de mostrar una fortaleza que no tiene: ni económica, política, social, ni internacional. Su postura artificial podría tener consecuencias graves para las empresas que intercambian productos entre ambos países, recordando que la relación bilateral es una de las más importantes y cuantiosas del mundo.
“México no se somete, colabora y se coordina. Ayúdennos a ir a las causas de la migración, el consumo de drogas y el tráfico de armas”. Si Claudia cree que esas frases fortalecen el nacionalismo y repelen la injerencia extranjera, está equivocada. México ha sido un gran expulsor de migrantes, y sigue siéndolo con el gobierno de Morena. Es responsabilidad de ella generar condiciones de vida digna, empleo, educación, seguridad social, apoyo al campo y autosuficiencia energética y alimentaria.
El gobierno morenista decidió fomentar un régimen autócrata y totalitario, lo que ha resultado en un sistema de salud y justicia deficitario, un aumento de la deuda externa y la dependencia de energías caras. México debería ser una economía próspera, no estar cada vez más endeudado. El gobierno ha incrementado la deuda externa a más del doble, alcanzando 12 billones.
En cuanto a las armas y su entrada a México, presidente Claudia, ¿quién está a cargo de las aduanas y el paso de todo lo que entra al país? ¿No es su gobierno? Pedir ayuda a EEUU para controlar lo que entra al país es reconocer la incapacidad de su gobierno y un llamado a la intervención estadounidense. Esto no solo demuestra debilidad, sino que revela que su gobierno no puede manejar la situación por sí mismo.
Con sus palabras, inacción y negativa a enfrentar a los cárteles, la presidente de México solo demuestra incapacidad y falta de liderazgo.