La primera candidata priista a la gubernatura enfrenta la complicada misión de defender la joya de la corona de su partido, un peso a cuestas que ella busca convertir en una ventaja
por: ELÍAS CAMHAJI
Alejandra del Moral fue investida con el chaleco rojo, la prenda más distintiva del priismo, el pasado 20 de octubre, ocho meses antes de la elección. Antes de ser candidata, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) la nombró coordinadora de la defensa del Estado de México. El tricolor tenía claro que se estaba jugando la que había considerado su casa durante casi 100 años. El gran semillero de cuadros, la maquinaria política que arrollaba y ponía el ejemplo a la estructura del resto del país, la tierra natal de la última persona que lograron llevar a la silla presidencial, la joya de su corona. La encargada de asumir esa misión nació en Cuautitlán Izcalli, a 70 kilómetros (pero no tan lejos) de Atlacomulco, el viejo núcleo del poder priista. Tiene 39 años, tres menos que sus últimos dos candidatos y prácticamente la misma edad con la que contendió y ganó Enrique Peña Nieto en 2005. Y es por primera vez una aspirante mujer, como su rival, Delfina Gómez, de Morena.
Desde el principio, Del Moral ha puesto sobre la mesa palabras como “legado” e “historia” en tiempos en los que para muchos el membrete del PRI era un peso a cuestas. Cuando se ponían signos de interrogación sobre la decisión de sumar fuerzas con sus viejos adversarios del Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD), ella contestaba que “es tiempo de trabajar unidos”. Cuando los rivales aseguraban que el antiguo partido hegemónico estaba acabado, ella contestaba “estamos más fuertes que nunca”. En tiempos donde se anticipaba que muchos iban a saltar del barco, ella dobló la apuesta, como si dijera “todo al rojo”, y se presentó como la priista que no se escondía. Son esas dicotomías las que han marcado desde fuera su campaña: si su herencia partidista es una maldición o una fortaleza, si la coalición que representa llega reforzada o debilitada, si todo está decidido o todo está en el aire.
Alejandra del Moral al tomar protesta como Coordinadora por la Defensa del Estado de México del PRI, el 20 de octubre de 2022.CRISANTA ESPINOSA AGUILAR (CUARTOSCURO)
La candidata de la alianza Va por México empezó a militar en el PRI cuando aún era una adolescente, a los 16 años, siguiendo los pasos de su padre, Ismael del Moral, médico y “muy priista” (en sus palabras). Un par de años después, recién cumplidos los 18, fue víctima de un secuestro en Naucalpan, confinada a una casa de seguridad en el oriente de Ciudad de México y liberada después de seis días luego de que su familia pagara un rescate. Así lo contó en el segundo debate electoral y en varias entrevistas durante la campaña. Y así explica su decisión de entrar de lleno en la política. “Tienes de dos, seguir enojada y quedarte ahí o ponerte hacer algo”, le dijo su padre, según su relato.
Del Moral incursionó primero en las redes de jóvenes priistas y comenzó desde joven a volcarse en el trabajo territorial. Sus profesores en la Facultad de Derecho de la Universidad Iberoamericana la recuerdan alternando las clases con los recorridos por todo el Estado y siendo activa en la campaña de Peña Nieto a la gubernatura, donde se le asignó la operación política de uno de los corredores de la entidad. En 2006 tuvo su primera elección como candidata a una diputación local, pero perdió contra el PAN. Tras la derrota, recaló como directora de Relaciones Internacionales del Estado de México en la Administración de Peña Nieto, una figura clave en su trayectoria política.
“No caeremos en provocaciones ni nos vamos a subir al ring político. Rescataremos a Izcalli del abandono”, dijo Del Moral, en su siguiente campaña a Adelante, un pequeño portal de noticias, en 2009. Con 25 años y recién titulada de la universidad, tuvo su revancha y logró recuperar el Ayuntamiento de Cuautitlán Izcalli, un municipio dormitorio de 800.000 habitantes que había estado bajo dominio panista durante 12 años. Se convirtió en la primera alcaldesa y en la presidenta municipal más joven de México. Durante su mandato reestructuró la deuda de la mano del entonces secretario estatal de Finanzas, Luis Videgaray. También fue señalada por el Frente Mexiquense para una Vivienda Digna de haber cometido un fraude inmobiliario por 115 millones de pesos, acusaciones de las que se han hecho eco sus rivales y que ella ha ignorado.
En 2012 se convirtió en diputada federal. Tres años más tarde se volvió a sumar a Peña Nieto, que para entonces ya era presidente de la República, como directora del Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financieros (Bansefi, ahora Banco del Bienestar). Tras ser designada por Videgaray, entonces secretario de Hacienda, estuvo un año y medio en el Gobierno federal antes de volver a la política local, como secretaria del Trabajo en el Gabinete de Eruviel Ávila.
Para principios de 2017 fue presidenta del Comité Directivo Estatal del PRI para apoyar la campaña de Alfredo del Mazo, que ganó la gubernatura frente a Gómez por un estrecho margen de 170.000 votos y le dio el cargo de secretaria estatal de Desarrollo Social. La organización Forbidden Stories puso bajo la lupa una serie de irregularidades en contratos firmados por su predecesor en el cargo, Eric Sevilla, por miles de millones de pesos. Ni ella ni Sevilla respondieron a los señalamientos, pero las autoridades mexiquenses aseguraron que las adjudicaciones estuvieron apegadas a la ley.
La victoria de Del Mazo, aunque apretada, la puso otra vez en la boleta como candidata al Senado en 2018. En esa elección se llevó su segundo descalabro, ahora frente a Gómez. “Ya te gané una vez”, le recordó la candidata de Morena en el último debate, el pasado 18 de mayo. “Ya te alcancé”, le contestó la priista.
En la primera mitad del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, Del Moral recibió la encomienda de recuperar la estructura del PRI como dirigente estatal. En las votaciones de 2021, ganó la diputación local por Cuautitlán Izcalli. El partido no logró recuperar la mayoría del Congreso estatal frente a Morena, se quedó a dos curules de ser la fuerza más votada. Pero prácticamente duplicó el número de escaños locales y sí fue la formación política que consiguió más Ayuntamientos, casi doblando las presidencias municipales obtenidas por el partido del presidente.
Con esas credenciales empezó a allanar el camino hacia la candidatura a gobernadora en estas últimas elecciones, trabajándola al menos desde principios de 2022. “Nuevos proyectos están a la vista. A su tiempo les haré de su conocimiento. Hoy con certeza les digo que viene lo mejor para el Estado de México”, escribió en febrero de ese año. Un mes más tarde dio a luz a gemelos, después de tratar de embarazarse durante años de su esposo, el diputado federal priista Mariano González Aguirre.
Cuando el requisito de paridad en las candidaturas cerró la puerta al panista Enrique Vargas, Del Moral trabajó para cerrar las viejas brechas con el PAN y el PRD, en un inicio reticentes a replicar la alianza en el Estado de México. Lidió también con la marcada ausencia de Del Mazo, lo que ha alimentado las suspicacias de varios analistas. Ya como candidata, volvió a apostar por el trabajo territorial, lo que le han reconocido exdirigentes priistas como Dulce María Sauri y Claudia Ruiz Massieu.
Gretel González, la diputada más joven de la bancada priista en el Congreso local, la describe como un “referente” para las mujeres jóvenes del partido, que ha empujado por abrirles espacio y que no ha dejado que las derrotas del pasado la definan. “Es una mujer enérgica, firme, muy directa, tal cual lo que piensa, te lo dice”, cuenta González, una de las portavoces de su campaña. Del Moral decidió cerrar la precampaña en Texcoco, la tierra natal de su rival, el pasado 12 de febrero. Dos días más tarde, su padre falleció, después de estar varios días en estado crítico. González asegura que ese fue el momento más duro para la candidata durante la contienda.
Para abril estuvo en el centro de la polémica al llamar a las bases priistas en Toluca, la capital del Estado, a “hacer lo que saben hacer, para bien o para mal” y decirles “queremos constancia de mayoría, no de buena conducta”, lo que desató las quejas de Morena ante la autoridad electoral y los medios. Ha sido, según reconoció la presidenta del Tribunal Electoral del Estado de México, “la elección más impugnada de la historia”. Ese mismo mes, una mujer falleció de un infarto después de que se cayera una lona a causa de fuertes vientos durante un mitin ante unas 3.000 personas en Tecámac, en el oriente de la entidad. Del Moral lamentó lo sucedido y ofreció disculpas por el hecho, achacado a las condiciones meteorológicas. Mayo ha estado marcado por una pugna sobre el punto en el que está la elección: ella insiste en una “remontada”, mientras que su rival dice que “ya ganó”.
“Venimos desde muy atrás, pero nos subestimaron y están desesperados”, dijo en su último mensaje antes de los comicios. El epílogo de una contienda atípica, llena de contradicciones y muy cuesta arriba, fue un discurso de victoria. El partido que ha gobernado durante 94 años fue también el que lanzó promesas renovadas de “cambio” y se asumió como “oposición”. La candidata que se hizo fuerte en el territorio dedicó el último día de su campaña a los medios de comunicación, lo que obligó a la cancelación de varios eventos. Y la última heredera del PRI aseguró que “este proyecto va más allá de los colores de los partidos”, habló de “unidad” y “reconciliación”, y se resignó a esperar su destino. La cita del tricolor con la historia será el próximo domingo.