Tucho Fernández y la dignidad de las víctimas de abuso

La declaración Dignidad infinita incluye definiciones valiosas acerca de los pobres e inmigrantes, pero menos de uno por ciento de su texto habla del abuso.

Mientras tanto, en México, el legionario Elizondo, señalado por víctimas de abuso de encubrir depredadores, llama a «votar con responsabilidad social».

Religión y vida pública: Pedro Pablo Elizondo, obispo de Cancún, señalado por víctimas de abuso por encubrir depredadores, fue uno de los protagonistas del llamado a votar de la CEM.

Por Rodolfo Soriano-Núñez

La semana que recién concluyó tuvo varios momentos clave para comprender la accidentada respuesta de la jerarquía de la Iglesia Católica a la crisis de abusos sexuales a manos de clérigos, tanto en Roma como en México.

El lunes 8, la Santa Sede presentó el más reciente documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe que, con el título de Dignidad infinita (Dignitas infinita, según su título en latín, disponible aquí en español) aborda algunos de los temas clave para esa organización religiosa.

No hay alguno desarrollo novedoso, ni alguna declaración que rompa con lo que la doctrina de esa iglesia establece. El documento, fechado el 2 de abril, está disponible en el vínculo que aparece en el párrafo previo, en la página del dicasterio que preside el cardenal argentino Víctor Manuel Fernández.

La del Tucho Fernández fue una presentación sobria, serena, en la que además del secretario de la sección doctrinal de ese dicasterio, el sacerdote Armando Matteo, estuvo presente la académica italiana Paola Scarcella.

Además de ser profesora en la Universidad Lumsa de Roma, Scarcella es responsable del trabajo con personas que viven con alguna discapacidad, de uno de los pocos movimientos católicos de alcance global que está exento, al menos hasta el momento, de acusaciones por abuso sexual o espiritual de sus miembros, la Comunidad de San Egidio, cuyo trabajo en la guerra en Ucrania ha sido destacado en otras entregas de esta serie Religión y vida pública en Los Ángeles Press, una de ellas disponible aquí.

En concreto, Scarcella impulsa en San Egidio iniciativas como la que narra esta breve historia sobre un restaurante en Roma, cuyo personal lo integran personas con alguna discapacidad.

Aunque Fernández, Matteo y Scarcella hicieron su esfuerzo por presentar el documento desde la mejor perspectiva posible, como un texto que reafirma el compromiso de la Iglesia Católica con la defensa de la dignidad de todas las personas, lo cual es valioso e inatacable, sólo dedica un párrafo al tema clave para el futuro del catolicismo: los abusos sexuales.

No es que todas las otras cosas que el documento afirma no sean valiosas. Su reflexión acerca de la pobreza, de las distintas formas de violencia o de las obligaciones que se incumplen para garantizar, por ejemplo, que los migrantes puedan encontrar mejores condiciones de vida, son todas ciertas y atendibles.

Neurosis institucional

El problema es el grado de neurosis institucional o de disonancia cognitiva que existe entre lo que dice el texto y lo que hacen muchos de los obispos de la Iglesia Católica a escala global.

Mientras que el documento afirma una serie de valores y hace llamados a que otras instituciones cumplan con sus responsabilidades para con los pobres, los migrantes, las personas con discapacidad, la propia Iglesia Católica, en su práctica cotidiana, minimiza el problema que más le afecta o de plano actúa como si ese problema no existiera.

Cuando se dice que lo minimiza no es una afirmación ligera. El párrafo dedicado al tema de los abusos incluye 104 palabras en el texto en español. Eso representa menos del uno por ciento del total, para ser preciso, es el 0.84 por ciento del total del texto principal, que se despliega a lo largo de doce mil 316 palabras.

Y ese 0.84 por ciento sólo se logra al basar el cálculo en el texto principal, sin incluir las notas, el índice y la presentación que hace el propio cardenal Fernández. Cuando se suman esos otros elementos de la declaración presentada el 8 de abril de este año, el total de palabras es de 16 mil 849 palabras, por lo que el peso estadístico del único párrafo dedicado a los abusos es mucho menor, de apenas el 0.67 por ciento del total del texto.

No debería sorprender, en ese sentido, que la declaración, importante como es, haya sido recibida con expresiones que van del desánimo a la insatisfacción por quienes consideran que el tema principal, el que define el futuro del catolicismo a escala global y en países como México es el de los abusos sexuales a manos de clérigos.

El párrafo, que aparece en su totalidad inmediatamente después, es claro. No deja duda de que se reconoce la gravedad del problema. Habrá quien crea que debería ser suficiente para dejar en claro que el abuso es una prioridad para la jerarquía de la Iglesia Católica.

43. La profunda dignidad inherente al ser humano en su totalidad de mente y cuerpo nos permite comprender también por qué todo abuso sexual deja profundas cicatrices en el corazón de quienes lo sufren: éstos están, de hecho, heridos en su dignidad humana. Se trata de «sufrimientos que pueden llegar a durar toda la vida y a los que ningún arrepentimiento puede poner remedio. Este fenómeno está muy difundido en la sociedad, afecta también a la Iglesia y representa un serio obstáculo para su misión». De ahí su inquebrantable compromiso de poner fin a cualquier tipo de abuso, empezando desde dentro.

El problema, sin embargo, es que no lo es. No es sólo que los casos de abuso sexual sigan apareciendo en prácticamente cualquier país en el que un número suficiente de personas se reconozcan como católicas. Así se ha demostrado a lo largo del último año en que se ha publicado en Los Ángeles Press.

 
En la extrema izquierda, Armando Matteo, seguido por V. M. Fernández y la académica italiana Paola Scarcella, 8 de abril de 2024. De las redes sociales de la Santa Sede.

El problema es también que la respuesta a las exigencias de las víctimas y de sus familiares está muy lejos de resolver los problemas que se acumulan y más bien lo que se observa es que, incluso si el papa Francisco y las personas en su entorno más inmediato en Roma están conscientes del alcance de la crisis y de la necesidad de resolverla, la jerarquía de la Iglesia Católica en países como México actúa como si el problema ya se hubiera resuelto o como si nunca hubiera existido.

Si hace un año el papa Francisco articuló la idea de una “espiritualidad de la reparación”, ese enfoque brilla por su ausencia en la inmensa mayoría de las diócesis católicas, por lo menos de las del mundo de habla española donde, una combinación de factores hace muy difícil que se reconozca la importancia de actuar según esa forma de entender el problema del papa.

Incluso en Los Ángeles Press hemos dado cuenta del «ya basta» de los integrantes de Tutela Minorum a los cardenales recién nombrados por el papa. En efecto, los miembros de la comisión para prevenir abusos en la curia romana hicieron el llamado, pero como muchos llamados del papa Francisco no encuentran un público dispuesto a responder como corresponde a una crisis de esa magnitud. Lejos de ello, muchas  diócesis católicas a escala global prefieren apostarle a que las víctimas se mueran o se cansen.

En México, en concreto, como se demostró hace dos semanas, los obispos de más de la mitad de las diócesis del país no han tenido el tiempo o las ganas de crear comisiones para prevenir abusos sexuales.

Como se hizo ver en su momento, no es claro si se trata de que una vez que dejó Mexico Franco Coppola, el antiguo nuncio en Ciudad de México, el asunto perdió importancia o si, más bien, sin importar quién ocupe ese cargo en México, a la Conferencia del Episcopado Mexicano no le importa avanzar ni siquiera en esa ruta simbólica de crear ese tipo de comisiones.

Eso ya es en sí mismo un síntoma de que a los obispos católicos de México y de América Latina sigue sin importarles la crisis y sus efectos.

Sin embargo, la cosa empeora cuando uno considera que, al frente de las comunicaciones del órgano de alcance latinoamericano responsable de prevenir los abusos esté un sacerdote mexicano de una de las diócesis que no ha encontrado la motivación para integrar su comisión resulta una contradicción imposible de justificar.

En efecto, como parte de la respuesta a la crisis de abusos, se creó el Centro de Protección de Menores Latinoamérica, el Cepromelat.

 
Captura de pantalla de la página de Cepromelat.

En ese centro, quien aparece como responsable del área de comunicación, Daniel Portillo Trevizo es un sacerdote de la arquidiócesis de Chihuahua, que—como se probó hace dos semanas—es una de las diócesis que no ha cumplido con el compromiso de crear la comisión para prevenir abusos.

¿Qué confianza se puede tener en lo que sea que comunique el Cepromelat si una de las diócesis que proveen de personal a ese Consejo incumplen con lo más elemental en su territorio?

 
La página que presenta a Daniel Portillo Trevizo, de la arquidiócesis de Chihuahua como responsable de la comunicación de Cepromelat.

Y en México también

Las intervenciones de la jerarquía católica en la vida pública continuaron durante la semana, aunque centradas más en México, donde la semana que recién concluyó se celebró la primera de las dos asambleas plenarias que cada año organiza la Conferencia del Episcopado Mexicano, la organización cúpula de la Iglesia Católica en México, en su sede de Lago de Guadalupe, en el municipio mexiquense de Izcalli.

La asamblea es un proceso más bien rutinario que, sin embargo, fue más vistosa este año porque acudieron las dos candidatas y el candidato a presidente que compiten en las elecciones de este año, como se dio cuenta durante la semana en Los Ángeles Press.

Lo que los aspirantes al cargo de elección popular más importante del país hayan dicho a los obispos no se conoce, aunque quizás empiecen a surgir detalles en los próximos días, porque el formato fue a puertas cerradas, sin la presencia de los medios de comunicación.

Además de los encuentros con Jorge Álvarez MáynezXóchitl Gálvez Ruiz y Claudia Sheinbaum Pardo, el presidente y el secretario general de la CEM, Rogelio Cabrera López, arzobispo de Monterrey, y Ramón Castro Castro, obispo de Cuernavaca, celebraron una conferencia de prensa en la que estuvo presente también el obispo de Aguascalientes, Juan Espinoza Jiménez.

De los detalles de la conferencia de prensa se dio cuenta en una nota publicada el viernes próximo pasado, que aparece enlazada inmediatamente después de este párrafo.