Cártel de Sinaloa recluta a estudiantes para producción de fentanilo: NYT

Un reportaje de The New York Times revela los testimonios de estudiantes reclutados por el Cártel de Sinaloa para potenciar la producción de fentanilo.

El Cártel de Sinaloa busca a estudiantes y profesores de Química para mejorar la fórmula del fentanilo antes la obstaculización de los precursores de China.

Por Diego Gastélum

Culiacán, Sinaloa – La creciente crisis del fentanilo en México ha tomado un nuevo giro. Un reporaje de The New York Times, destapa una la nueva estrategia del Cártel de Sinaloa: reclutar a estudiantes de química de universidades mexicanas para mejorar la fabricación de la droga que está arrasando con Estados Unidos.

El testimonio de un estudiante reclutado por el cártel ilustra con detalle cómo el crimen organizado está utilizando a estudiantes para tareas clave en la producción del opioide sintético. Según relató el joven en el reportaje de The New York Times, un hombre disfrazado de conserje se infiltró en su universidad y le ofreció trabajo. “Nos dijeron que eres bueno en lo que haces. Tú decides si te interesa”, le propuso el reclutador, quien ofreció un salario mensual mucho más alto que el de un químico promedio en México.

El reclutamiento no es solo una cuestión de conseguir más mano de obra, sino de lograr avances científicos. Los cárteles buscan estudiantes capaces de desarrollar nuevos precursores químicos, esenciales para la fabricación de fentanilo. Estos compuestos, que hasta hace poco se importaban principalmente de China, son ahora una pieza clave en el poder de los cárteles. La producción de estos precursores en territorio mexicano permitiría a los grupos criminales tomar un control total sobre la cadena de producción de esta droga letal.

 
Sustancias químicas utilizadas para producir fentanilo en un escondite de un cártel de la droga en Culiacán, Sinaloa. Foto: Daniele Volpe / The New York Times.

Aunque el estudiante de química se mostró inicialmente reacio, la promesa de un salario superior y la necesidad económica de su familia fueron factores determinantes para su decisión. «Lo que yo quisiera es ayudar a las personas, no matarlas», confesó, refiriéndose a la contradicción moral entre su deseo de ayudar a su padre enfermo y la realidad de trabajar para una organización criminal.

El proceso de fabricación de fentanilo, aunque relativamente sencillo en su base, se ha vuelto más complejo debido a las restricciones en las importaciones de precursores y las interrupciones en las cadenas de suministro globales, exacerbadas por la pandemia de COVID-19. A pesar de esto, los reclutadores del cártel continúan buscando a estudiantes con conocimientos avanzados de química que les ayuden a superar estos obstáculos.

En la clandestinidad de los laboratorios de los cárteles, los riesgos son enormes. Los jóvenes que trabajan en estos lugares están expuestos no solo a los peligros inherentes de manipular sustancias tóxicas, sino también a las amenazas de la violencia. Otro de los estudiantes entrevistados relató que su jefe le dijo que, si lograba ayudar a producir precursores con éxito, recibiría grandes recompensas, pero también enfrentaría duras consecuencias si no cumplía con las expectativas. “Si no te gusta lo que haces, te pueden desaparecer”, advirtió.

Una estudiante de primer año de química fue convencida para trabajar para el cártel por un familiar que pertenecía al grupo delictivo, quien le dijo que podría ayudar a su madre recibiendo un sueldo más alto fabricando fentanilo.

Hace alrededor de un año, un familiar se acercó a una estudiante de primer año de química con una propuesta tentadora: «¿te gustaría ganar dinero de verdad trabajando para el Cártel de Sinaloa como cocinera de fentanilo?»

En la entrevista para el diario estadounidense, la joven explicó que su pariente había formado parte del cártel durante años y sabía cómo convencerla. Ella, la mayor de cinco hermanos, creció en una familia donde su madre, que limpiaba casas durante 12 horas al día, luchaba por mantenerlos. El cártel le ofreció un bono de 1000 dólares (20 mil pesos), una suma que la asustó, pero que aceptó.

El laboratorio en el que comenzó a trabajar estaba ubicado a una hora de vuelo de Culiacán, la capital del estado de Sinaloa. El cártel transportaba a los cocineros en pequeños aviones para llevarlos a su destino. Allí, sus superiores le explicaron que su tarea consistía en producir fentanilo de mayor potencia, según relató la joven.

El reclutamiento de estudiantes no es una táctica nueva. En 2020, una filtración de inteligencia mexicana reveló que el Cártel de Sinaloa había comenzado a reclutar no solo estudiantes, sino también profesores de química, para desarrollar precursores. La pandemia de COVID-19 exacerbó aún más esta necesidad al interrumpir las cadenas de suministro internacionales.

 
El estudiante de segundo año de química en un escondite de un cártel en el estado de Sinaloa. Foto: Meridith Kohut /The New York Times

Los testimonios recogidos por el New York Times, pintan una imagen sombría de la difícil elección entre un futuro de pobreza y uno de complicidad en el crimen organizado. La promesa de dinero fácil, junto con las presiones familiares, son suficientes para que muchos opten por trabajar en los laboratorios clandestinos de los cárteles, a pesar de saber que están contribuyendo a la producción de una droga responsable de miles de muertes cada año.

A medida que el Cártel de Sinaloa continúa expandiendo su poder sobre la producción de fentanilo, las autoridades internacionales temen que este fenómeno sea solo el comienzo de una nueva fase en la crisis de los opioides. La creciente sofisticación de los métodos de fabricación y la utilización de jóvenes químicos entrenados localmente hacen aún más difícil detener la producción de fentanilo, que sigue avanzando a un ritmo alarmante en México.