Por Carmen Morán Breña
¿Y si hubiera unos Juegos Olímpicos de la corrupción? Órale, eso sí que sería ilustrativo, porque hay indicadores internacionales, y se publican, pero no alcanzan la visibilidad de una competición deportiva mundial, donde todos puedan enterarse de quién atesora más medallas de oro a base de desviar dineros públicos, de enriquecerse ilícitamente, de desaparecer recursos que se entregaron, de negociar ventajosas condiciones bajo el agua mientras las nadadoras mexicanas, ahogadas en sus propios esfuerzos para poder competir en Egipto, ponen su mejor sonrisa para darle a su país días de gloria que algunos no se merecen.
Tres oros y un bronce se ha traído el equipo de natación artística mexicano del Mundial de Egipto, un enorme triunfo opacado por las condiciones en que se han visto envueltas las gimnastas, quienes han vendido toallas y trajes de baño para poder costearse la estancia en aquel país. Finalmente, ha tenido que ser la caridad de la Fundación Telmex la que les ha sacado la cabeza del agua. Lo mismo tuvo que hacer la boxeadora Esmeralda Falcón, vender su vestimenta olímpica para costearse el viaje a la India. La falta de recursos impidió a las ciclistas participar en una competición en Canadá, y el equipo de tenis de mesa se quedó en casa porque sus federativos olvidaron inscribirlos en los Juegos Centroamericanos.
Y ellos, los atletas, seguirán enarbolando la bandera mexicana por medio mundo, pero el verdadero orgullo de un país no se mide en lábaros imperiales ni en himnos cantados con solemnidad en el patio del colegio, sino en la decencia de las instituciones para llevar a todos los compatriotas al mejor puerto. En el deporte algo huele a podrido desde media legua. La Comisión Nacional de Cultura y Deporte (Conade) la preside ahora Ana Guevara, quien fue medallista olímpica y se retiró en 2008 echando pestes de su federación: «Estoy asqueada del sistema”, dijo. En esta ocasión, sin embargo, ante el escándalo que afecta a la federación de natación, carga contra las atletas, quienes han protestado más alto de lo que los oídos de Guevara están dispuestos a soportar: “Por mí, que vendan calzones o tupperwares, pero en nado artístico ellas son deudoras. Les hemos dado 40 millones de pesos y no los han justificado”, se despachó Guevara. ¿Dónde estarán, Sherlock Holmes?
La corrupción, otra vez la corrupción, está tan asentada en México que cuando no salta por aquí salta por allá. Ay, la Llorona no deja de llorar. Donde hay dinero mete sus patazas el crimen organizado o se lucran oscuros funcionarios estatales. O quizá sean lo mismo. En el camino quedan atrapados a ciudadanos honestos y esforzados que siguen poniendo en alto la bandera tricolor, tantas veces mancillada por quienes cantan el himno para tomar protesta. Porque no basta con decir que hay corrupción aquí o allá, habrá que combatirla, de lo contrario llegará el día en que México no pueda participar en Juegos Olímpicos ni en mundiales ni en nada. Y no parece que sea tarea de las atletas de élite tener que investigar o pedir cuentas a quienes malversan los fondos que financian sus trajes de baño, ¿verdad?