La presidente Claudia Sheinbaum enfrenta el sexenio con 2,564 víctimas de homicidios y una agudización de puganas del narcotráfico.
Sin embargo, Sheinbaum en un par de meses ha hecho más en el plano internacional que AMLO en seis años que se negó a salir de México.
Al cierre del presente 2024, la nueva mandataria enfrenta el arranque de sexenio con una mano de dominó cargada de mulas. En un juego formal, bastaría para pedir que se repita el reparto de fichas.
La violencia sigue a tope. México registró 2 mil 564 víctimas de homicidio doloso en el primer mes de presidencia de Sheinbaum, un aumento de 6.6% interanual y un promedio de 82 homicidios diarios.
Tal como terminó el anterior presidente, ella ve el horizonte en medio de masacres y una agudización de pugnas del narcotráfico. El “Operativo Enjambre”, constituye el primer gran golpe de Harfuch, pero obliga a recordar “El Michoacanazo”.
La guerra que tanto criticaron a Calderón, la renuevan con un operativo sumamente parecido. Hoy utilizaron mil 500 elementos. En aquel entonces ocuparon mil 600. La diferencia es que ahora “el avispero” ya está agitado por “Los Chapitos”.
López Obrador y compañía reprocharon el sexenio del panista, porque hubo más de 100,000 homicidios y 22,000 desaparecidos. AMLO cerró su mandato con casi 200 mil homicidios violentos y más de 50 mil desaparecidos.
No hubo cambios en materia de seguridad entre uno y otro. De hecho, empeoró diametralmente. Actualmente no existe un solo estado de la república en el que no exista la infiltración del crimen organizado en las estructuras políticas.
En aquella “guerra” que tanto criticaron, fueron capturados Alfredo Beltrán Leyva, en enero de 2008; Edgar Valdés Villarreal “La Barbie” en 2010; y Arturo Beltrán Leyva “El Barbas” en diciembre de 2009.
Sin embargo, fueron asesinados dos estudiantes del TEC y fue exonerado el Ejército de su ejecución. AMLO no tuvo grandes capturas, exoneró al Ejército del caso Ayotzinapa y consideró “traición a la patria” la captura de “El Mayo”.
En el plano internacional, la actual mandataria tampoco empieza con datos halagüeños. El triunfo de Trump cayó como bomba de tiempo y derrumbó la paridad cambiaria de la que tan orgullosos se sentían los morenistas.
Peor se puso el ambiente, luego del cachetadón de Justin Trudeau por el jugueteo de México y China de cara a la inminente revisión del T-MEC, hijo directo del antiguo TLC que tanto denostaron “las izquierdas” en los años 90.
Por boca del canadiense, tuvimos que enterarnos que fue él quien planteó sus preocupaciones sobre la inversión china en México a la presidente Claudia Sheinbaum.
De ahí su advertencia de que, para que el T-MEC continúe, dependerá de las decisiones que tome México. Es un auténtico “¡Ya Basta!” a la invasión china en el continente.
El único dato positivo, a dos meses de iniciada la gestión de Sheinbaum, fue su periplo por Brasil. Al menos sacó a México del marasmo que vivió durante seis años, con un presidente aldeano, temeroso de viajar más allá de sus narices.
Ella, al menos ya se vio cara a cara y miró a los ojos, a los principales líderes de las potencias mundiales y también estrechó la mano a los más significativos presidentes de América Latina. En un solo evento, hizo más que en 6 años de aquel.
Claudia Sheinbaum hizo un llamado a la paz, que no por reiterativo y escuálido, deja de ser actual. Destinar un 1% del presupuesto global, quitarlo al armamentismo, resolvería graves problemas de pobreza y contaminación mundial, dijo.
La idea, además, implica implantar una “tributación progresiva” a los más ricos, que frene la pobreza y la desigualdad. Suena tentador y lógico, si no fuera porque, como contrapeso, no hay a la vista ninguna propuesta para frenar la corrupción.
El sólo nombre que intentó proponer como slogan, “Sembrando Vida y no armas”, lleva todo el tufo del pasado reciente. Un refrito del “Abrazos, no balazos”, que hoy sólo causa risa y decepción.
La propuesta original es de Brasil y plantea que paguen un impuesto global equivalente al 2%, los cerca de 3,300 multimillonarios del mundo. Con esto recaudarían anualmente entre 200,000 y 250,000 millones de dólares.
Con esto se podría financiar, dicen, “proyectos” (no programas) de combate a la pobreza, el hambre y el cambio climático. Todo muy bien. El asunto es que no dicen como resolver las distorsiones, ni cómo aplacar la codicia de gobiernos corruptos.
Un impuesto global a los superricos parece una propuesta razonable, de no ser porque existe un cúmulo de fundaciones nacionales y mundiales, con las que esos ricos buscan también deducir impuestos, que también es su derecho.
Las utopías
Por lo pronto, esa idea es la que permea el paquete presupuestal del año próximo. El nuevo gobierno plantea un gasto de 9.2 billones de pesos. De ese monto, el gasto corriente del gobierno absorberá algo así como 4 billones de pesos.
Morena y sus aliados plantean un gasto social de 6 billones de pesos. Las pensiones y becas son el rubro que tendrán mayor liquidez. El tema es que las cifras no cuadran. Menos aún cuando plantean una paridad peso-dólar de 18 por 1.
Además, hay contradicciones profundas pues, tan sólo en seguridad social, que involucra atención hospitalaria y medicinas, reflejan un recorte del 98.6%. Es decir, pasarán de 68 mil 34 millones de pesos a 760 millones de pesos.
Esto tratarán de justificarlo por el traspaso del fracasado INSABI al IMSS-BIENESTAR, que sólo centraliza en el gobierno federal el dinero de salud y se los quita a los estados.
Igualmente, el Fondo de Aportaciones para los Servicios de Salud, que también da recursos a los estados, disminuirá un 42.5% al pasar de 141 mil 354 millones de pesos a 81 mil 220 millones.
Van a chantajear a los estados por la vía más perversa: regateo de los servicios de salud a la población. Así podrán enderezar campañas negativas para decir a los mexicanos: “¡Vean lo mal que gobierna la oposición!”.
Es por eso que el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, presentó una iniciativa a su Congreso, para exigir la revisión del llamado Pacto Fiscal con la federación y subir un punto la distribución de impuestos.
Lo que la oposición plantea ahora, es cambiar la fórmula conocida como “80/20”. Según ellos, con esto los estados y municipios podrían solventar gastos en infraestructura y falta de empleo.
La propuesta es cambiar un punto la Ley de Coordinación Fiscal, para quedar en 79 a la federación y 21 para estados y municipios. Esto les daría entre 70 y 102 mil millones de pesos más de lo que actualmente reciben.
Esto proviene, principalmente, de los recursos obtenidos por recaudaciones como el Impuesto al Valor Agregado (IVA) o el Impuesto Sobre la Renta (ISR). Sin embargo, lo que les espera a los gobiernos de oposición, es una mayor astringencia.
Sólo egresos
Como podrán ver claramente, en el paquete económico del próximo año no hay una sola obra de las llamadas “emblemáticas” del Lópezobradorismo, que pueda lucirse como detonador de crecimiento.
Todas, sin excepción, son un lastre y pesarán enormemente en el presupuesto de egresos. Tan sólo el Tren Maya tendrá una asignación de 40 mil millones de pesos, porque finalmente será un transporte de carga, más que de pasajeros.
Tienen que mantener la ficción de que han sacado de la pobreza a 11 millones de mexicanos, lo cual es falso. Se les da dinero, pero ninguna garantía de mejorar el futuro.
Si bien nos va, México vivirá un 2025 de atonía financiera y económica, con una elección judicial en puerta, que nos arrojará los perfiles de personajes impresentables, acusados de plagio, nepotismo o posesión de marido fraudulento.
Ya están en ristre Yasmín Esquivel Mossa, que impúdicamente se promueve para ser la futura presidenta de la Suprema Corte, al servicio de Morena, con un marido contratista, José María Rioboó, que vivió sus mejores años con López Obrador.
Lenia Batres Guadarrama, autodenominada “ministra del pueblo”, pareja de Ulises Lara, Fiscal de la Ciudad de México, egresado meteóricamente del Centro Universitario Cúspide para poder ocupar dicho cargo.
Ambas, plegadas totalmente a la ideología lopezobradorista. Ambas pretenden ser las representantes de la Honestidad Valiente, y llevar la bandera del No Robar, No Mentir, No traicionar, aunque ellas mismas huelan a “fraudulencia”.
Hasta ahí lo dejamos. No vayan a decir que es violencia política por razón de género, o alguna especie jurídica así, en la nueva Escuela Libre del Derecho, donde los egresados de las Universidades Benito Juárez y Rosario Castellanos dominarán.