América Latina puede aprovechar divisiones de la coalición de Trump

Trump ha prometido aumentar los aranceles y cerrar la frontera entre EEUU y México, lo cual podría crear una gran inflación y alterar las cadenas de suministro.

Por James Bosworth*

Los líderes de América Latina no tardaron en felicitar públicamente al expresidente estadounidense y ahora presidente electo, Donald Trump, por su victoria en las elecciones de la semana pasada. El presidente argentino, Javier Milei, expresó un elogio entusiasta, mientras que el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva —quien días antes había manifestado su apoyo a la oponente de Trump, la vicepresidente Kamala Harris— enfatizó la importancia de respetar los resultados de las elecciones democráticas. Por su parte, el presidente colombiano, Gustavo Petro, felicitó a Trump al mismo tiempo que hacía un llamado al Sur Global a unirse en temas como el cambio climático de cara a un segundo mandato de Trump.

Sin embargo, la advertencia implícita de Petro fue lo más cercano a una crítica a Trump en las primeras horas posteriores a su victoria. En toda la región, cada líder parecía evitar cualquier disputa pública con la próxima administración mientras aguardaban las primeras decisiones políticas del nuevo presidente.

Privadamente, los asesores de esos mismos líderes probablemente sacaron sus copias de El arte de la negociación, el libro de 1987 basado en las ideas empresariales de Trump, y que muchos ya habían estudiado durante su primer mandato de 2017 a 2021. En ese entonces, los países que mejor lograron manejar las relaciones con Trump fueron aquellos que entendieron que se trataba de un presidente transaccional. Negociar con Trump será un ejercicio completamente distinto a los últimos cuatro años, durante los cuales, con el presidente saliente Joe Biden, la ideología y el compromiso con la democracia jugaron un papel más relevante.

Además de prepararse para el enfoque transaccional de Trump, los líderes latinoamericanos deberán identificar aliados dentro del Partido Republicano dispuestos a ayudarles a avanzar en sus agendas. En este contexto, los republicanos controlarán ambas cámaras del Congreso, la Corte Suprema y la presidencia, mientras que el Partido Demócrata permanecerá sin poder al menos hasta las elecciones de medio término. Sin embargo, la coalición mayoritaria que eligió a Trump no está totalmente unificada, y existen al menos cuatro divisiones dentro de esa coalición que impactarán su política hacia América Latina.

Primera división: proteccionistas versus el sector empresarial

Trump ha prometido aumentar los aranceles y cerrar la frontera entre EEUU y México, lo cual podría crear una gran inflación y alterar las cadenas de suministro, además de reducir las exportaciones latinoamericanas a EEUU, incluso para los países con acuerdos de libre comercio. Los líderes empresariales estadounidenses que apoyaron a Trump reconocen los efectos negativos de estas políticas y el daño económico que causarían. Los líderes latinoamericanos deberán colaborar con ellos para frenar las peores medidas o redirigirlas hacia Asia en la medida de lo posible.

Segunda división: neoconservadores versus aislacionistas

El tradicional estamento republicano en política exterior ha promovido históricamente la democracia y la oposición a dictaduras consideradas adversarias. Los nuevos aislacionistas —personificados por el vicepresidente electo JD Vance— tienen menos interés en los asuntos exteriores, prefiriendo priorizar los intereses económicos de EE. UU. sin importar el tipo de régimen. Esta visión aislacionista podría facilitar los tratos de Trump con países tradicionalmente adversarios de EE. UU., lo que desafiaría a oposiciones como las de Venezuela, Cuba y Nicaragua, que tendrían que recurrir a los republicanos tradicionales para contener cualquier cambio de enfoque.

Tercera división: la seguridad

Muchos republicanos han prometido lanzar ataques militares contra los cárteles al sur de la frontera. Desde su elección, Trump ha reiterado su plan de combatir a los narcotraficantes en América Latina. La presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, se opone a intervenciones militares estadounidenses en su territorio, aunque otros líderes en la región podrían estar abiertos a una mayor participación de EEUU en este frente. La creciente popularidad de una política de seguridad fuerte, ejemplificada por el presidente salvadoreño Nayib Bukele, ha creado una mayor demanda de acciones contra los cárteles. Sin embargo, el ala aislacionista del Partido Republicano, que evita los conflictos en el extranjero, podría coincidir con quienes en América Latina están preocupados por la soberanía de la región.

Cuarta división: populistas antiinmigrantes versus el creciente voto latino

Trump ha prometido deportar a todas las personas que hayan inmigrado ilegalmente a EEUU, y algunos sectores del partido han planteado políticas que podrían despojar de su ciudadanía a los inmigrantes naturalizados. América Latina en su mayoría rechazaría los costos sociales y económicos, así como el desastre humanitario que una deportación masiva podría generar. Convencer a Trump de limitar estas deportaciones podría ser una estrategia. Al mismo tiempo, algunos presidentes latinoamericanos podrían optar por aceptar estas deportaciones en un intento de mejorar su posición en otras negociaciones económicas o de seguridad.

Unidad ante la amenaza percibida de China

Los líderes latinoamericanos deben reconocer el único tema en el que todos los sectores dentro de la coalición de Trump coinciden: la percepción de China como una amenaza para EE. UU. La comunidad empresarial republicana y Trump —quien se considera un «hombre de aranceles»— ven la guerra comercial como una forma de contrarrestar a China, mientras que los aislacionistas también ven su ascenso como una amenaza. Los países de América Latina continuarán siendo cortejados por China, lo cual podría fortalecerse si la administración de Trump presiona demasiado en temas de comercio e inmigración. Sin embargo, cualquier acercamiento a China podría traer amenazas de represalias por parte de Estados Unidos.

Los líderes latinoamericanos deben recordar que estas tensiones forman parte de los altibajos propios de la democracia, un fenómeno que también enfrentan en sus propios países. Trump será presidente por los próximos cuatro años, pero eventualmente el electorado estadounidense girará hacia otros políticos e ideas. Las alianzas con Trump y la cooperación con otros sectores republicanos son necesarias para enfrentar estos cuatro años, pero los intereses a largo plazo y la geografía exigen que no se apueste todo a una sola carta, ya que el péndulo volverá a cambiar en Washington antes de lo esperado.

 

*James Bosworth es el fundador de Hxagon, una firma que realiza análisis de riesgo político e investigaciones a medida en mercados emergentes y fronterizos. Cuenta con dos décadas de experiencia analizando temas de política, economía y seguridad en América Latina y el Caribe.