AMLO no le permitirá a Claudia Sheinbaum cambiar una sola coma a sus iniciativas. No confía en el criterio y capacidad de su sucesora. Tampoco en su lealtad.
Un mes antes de que Sheinbaum tome posesión del cargo como presidente, Morena ya habrá «planchado» al menos tres iniciativas de AMLO.
Por Jorge Octavio Ochoa
El ex presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Zaldívar, ha repetido, sin cansarse, que el 2 de junio los mexicanos votaron “por un cambio radical en el Poder Judicial”. Falso. Miente.
En estricto sentido jurídico y legal -para hablar en los términos de ellos-, los mexicanos votaron únicamente por el cambio en los poderes Ejecutivo y Legislativo. Las boletas no traían más nombres.
Presidente de la República, Diputados y Senadores. En algunos estados hubo elección de gobernadores. Pero en ninguna boleta traía el nombre de candidatos a juez, ministro o magistrado. ¿De dónde saca este señor Zaldívar que votamos también por el Poder Judicial? Pero ése no es el único daño que Morena le hará al país a partir de septiembre próximo.
El 1 de septiembre, la nueva legislatura del Congreso de la Unión rendirá protesta, un mes antes de que la futura presidente de México, Claudia Sheinbaum, tome posesión ante ese renovado Poder Legislativo. Para entonces, la avasalladora mayoría de Morena y sus esbirros del PT y PVEM ya habrán “planchado” al menos 3 de las iniciativas de reforma constitucional que más le importan a López Obrador. Entre ellas, la reforma judicial, el pase definitivo de la Guardia Nacional al fuero del Ejército y la desaparición de los órganos autónomos.
Así, después de los jueces, el régimen se irá contra el INAI. Este órgano desaparecerá cuando AMLO tenga sus últimos días como mandatario. Todo lo que sea transparencia, rendición de cuentas, será sepultado. Nadie podrá saber por qué el 88% de los contratos de este gobierno se otorgaron por adjudicación directa. Todas, serán decisiones de López Obrador. El colofón de su ópera prima, convalidada por sus leales. Sus diputados y senadores. Todos son de él, responden a lo que él diga.
Esto, parece más un secuestro, una falta de respeto a la futura Presidente, por mucho que ella diga estar de acuerdo con el legado “obradorista”. Hay, incluso, hasta un sesgo de falta de confianza a la sucesora.
Según se ve, AMLO no le permitirá cambiar una sola coma a sus iniciativas. No confía en el criterio y capacidad de su sucesora. Tampoco en su lealtad. Por eso, la nueva legislatura tendrá todo un mes para apuntalar las órdenes de AMLO. Para cuando ella rinda protesta, habrá concluido el último golpe del régimen obradorista. Todo se habrá hecho según la voluntad del “cabecita de algodón”. Los diputados y senadores habrán comprobado su lealtad. Consummatum est.
Sin embargo, contra todo pronóstico, los factores de equilibrio en México están a punto de romperse. A nivel internacional la situación empieza a complicarse. La administración Biden rompió comunicación con el gobierno de López Obrador.
Así se ve a la luz del caso Zambada y el viraje de Estados Unidos en torno a la reforma del Poder Judicial en México. AMLO pide respuestas, Biden lo abofetea con el silencio. No hay nada de qué hablar con él.