Cómo el gobierno de Javier Corral culpó al youtuber Germán Loera

Germán Abraham Loera Acosta, conocido youtuber como ‘Germán Loera’, fue uno más de los culpables fabricados por el gobierno de Javier Corral.

Germán Loera fue acusado de ser líder de una banda de secuestradores en marzo de 2018, y expuesto a los medios para crear la imagen de ‘eficiencia’ del gobierno de Javier Corral, tras el fracaso de la investigación en el caso Miroslava.

La acusación contra Germán Loera fue promovida en los medios por la fiscalía de Javier Corral.

Por Guadalupe Lizárraga

Faltaban 21 días para que se cumpliera un año del asesinato de la periodista Miroslava Breach Velducea, cuando detuvieron al youtuber Germán Loera y cuatro personas más, durante su trayecto a una reunión de amigos por la noche.

I

La fiscalía de Javier Corral no tenía resuelto el caso de Miroslava como insistentemente había prometido el propio gobernador ante los medios y la familia de la víctima. Un año de diligencias de servidores públicos de todas las instancias y órdenes sin que avanzaran en el caso. Ni los cateos ilegales, las torturas, amenazas, fabricación de pruebas, entrevistas a modo, sobornos y ni el reparto de recursos públicos a medios lograban posicionar la imagen de Javier Corral frente al caso. Solo había un imputado en la cárcel, Juan Carlos Moreno Ochoa, El Larry, torturado brutalmente frente a sus dos hijos menores y su esposa, sin que lograran arrancarle una sola palabra de confesión.

El supuesto asesino material ejecutado en Álamos, Ramón Zavala, fabricado grotescamente por la fiscalía estatal, tampoco fue una estratagema exitosa, no logró el posicionamiento mediático que esperaban y la presunta responsabilidad de Zavala no pudo acreditarse judicialmente. Un año había pasado del crimen de Miroslava, y el fracaso de Corral se lo echaban en cara los colectivos de periodistas y la misma familia de la víctima.

Ése era el contexto el 2 de marzo de 2018, cuando Germán Loera y cuatro personas más fueron detenidas arbitrariamente en la misma ciudad de Chihuahua, a las 8.20 de la noche. Circulaban por el Periférico de la Juventud cuando fueron interceptados por unos hombres vestidos de civil con armas largas montados en camionetas pick up de modelo reciente.

Germán Loera iba con sus amigos en una camioneta Escalade 2006, color perla, sobre la lateral de Periférico de la Juventud. Al girar a la derecha en Avenida de la Cantera, a la altura de la empresa Costco les cerraron el paso en una camioneta Toyota color blanca. De inmediato, salieron unos hombres vestidos de civil y armados y se acercaron a ellos. Les ordenaron bajarse del auto y subirse a dos camionetas pick-up Chevrolet, una de color guinda y otra azul grisáceo.

Germán Loera, a sus 23 años, era un joven fuera de lo común. Había estudiado la licenciatura en Derecho y era muy popular en sus redes sociales como empresario y conferencista motivacional. Despertaba el gusto por la lectura y empujaba a sus seguidores a perseguir también sus sueños. Se había convertido en un influencer cuya voz vibraba en todo el estado de Chihuahua. Su novia Andrea, había aceptado mudarse con él hacía apenas dos semanas para acompañarlo en la búsqueda del éxito profesional.

Sin embargo, esa noche, del 2 de marzo, le cambió la vida por completo. Germán y sus amigos habían ido a cargar gasolina en la Estación Bahías 2, situada en el Periférico de la Juventud, cerca del hotel Sheraton Soberano. La camioneta era propiedad del suegro de Jassiel Molina, quien conducía el vehículo. A su lado iba su primo, César Fernando Molina Barraza, mientras que en la fila de asientos trasera se encontraban su tío, Juan Alfonso Puerta Holguín, y Germán Loera. En la última fila estaba Jesús Arnulfo Ochoa Martínez, un estudiante de ingeniería forestal.

Cuando subieron a las camionetas, los hombres armados los maniataron con cinta canela con las manos hacia atrás. Durante el trayecto de aproximadamente 20 minutos, los iban amenazando con matarlos. Al llegar a un terreno baldío los bajaron, les apuntaron con sus armas y les tomaron fotografías, mientras sus captores repetían una y otra vez que los iban a matar. Luego, los subieron nuevamente a los vehículos y los llevaron a otro lugar cercano.

En el trayecto, Germán Loera comenzó a ser torturado dentro de la camioneta, asfixiándolo con una bolsa de plástico durante varios minutos, mientras le preguntaban con insistencia que «dónde la tenía». Germán preguntó “a qué se referían”. Y le respondieron que “a la muchacha que tenía secuestrada”.

En ese momento, lo único que pensó fue en Andrea, su novia, que tenía muy poco de haberse ido a vivir con él al fraccionamiento Caminos del Valle. Pensó que tal vez los padres de ella o alguna expareja había enviado a esos hombres, por lo que les dijo que estaban equivocados, que ella se había ido con él libremente. Mientras lo golpeaban, preguntaron que a dónde. Y él pensó que, al corroborar la situación, lo dejarían de torturar y terminaría la pesadilla. Germán dio su dirección; pero también le arrancaron a golpes el NIP de sus tarjetas bancarias, incluyendo una tarjeta Bancomer con terminación 0345.

II

Las camionetas llegaron a una construcción grande que parecía un almacén o bodega. Los hombres armados los bajaron a empujones obligándolos a mantener la cabeza hacia abajo. Uno de los detenidos, en su testimonio, dijo que alcanzaba a ver de reojo que había varios vehículos estacionados.

“Entrabas por una puerta luego de pasar por dónde estaban los vehículos, dimos vuelta hacia la izquierda hasta el fondo donde pasamos otra puerta y al entrar, vuelta a la izquierda, donde había varias celdas en las que fuimos torturados por aproximadamente unas dos horas”.

Los metieron a celdas individuales donde la tortura consistía en golpes severos, asfixia con bolsas de plástico, amenazas y en ahogamientos con sumersión en agua. A Germán Loera incluso le sumergieron la cabeza en una de las tazas de baño. Los gritos de desesperación se mezclaban con las amenazas e insultos de sus captores. No entendía qué estaba pasando, y su confusión se mezclaba con el dolor físico que le provocaban los golpes.

Una vez dentro de las celdas, Germán Loera y sus amigos se dieron cuenta que sus secuestradores eran policías estatales. Los mantenían esposados y obligados a estar de rodillas con la mirada hacia abajo. Pero en algún momento pudieron ver hacia atrás, y vieron además que no sólo ellos habían sido torturados, sino también otro joven que estaba en una de las celdas. Ahora saben que su nombre es Édgar René Suvias Ruvalcaba y que fue imputado en la misma causa judicial que todos los detenidos esa noche en que los fabricaron culpables.

III

Otros agentes policiales de la misma unidad se dirigieron al domicilio de Germán Loera. Fueron vestidos de civil y en vehículos no oficiales. Cuando llegaron a su casa, iban encapuchados y forzaron la puerta. En el segundo piso se encontraba la novia de Germán, quien se había encerrado en el baño. La amenazaron con dispararle si no abría la puerta, y al salir, la jalonearon y la arrojaron a la cama, poniéndole una pistola en la cabeza y amenazándola con matarla si no obedecía.

En la casa de Germán, además de secuestrar a su novia y robar varios objetos de valor, tomaron las llaves de su auto y se lo llevaron, un Seat Ibiza azul 2017, que tenía estacionado en la cochera.

Más tarde, Germán y los cuatro amigos detenidos fueron echados en las cajas de las camionetas pick-up, con las manos esposadas tras la espalda y la cara contra el piso, vigilados por un agente armado. Fueron trasladados a un lugar identificado como «Previas», donde los pusieron contra la pared. Allí, Germán pudo ver a su novia por unos minutos y después los separaron. Los mantuvieron toda la noche en ese lugar.

Por la mañana, los mismos agentes los llevaron nuevamente al lugar donde habían sido torturados y los metieron a las mismas celdas. Ahora ya podían identificar claramente el lugar: era el Centro de Control Comando Comunicaciones y Cómputo, conocido como el C4, del Complejo Estatal de Seguridad Pública de Chihuahua.

IV

Los abusos y amenazas continuaron mientras estaban bajo custodia en las instalaciones del C4. Según relatos obtenidos de los detenidos, cada uno fue llevado individualmente a un pequeño cuarto adyacente a las celdas. Allí, se encontraron con un supuesto abogado de oficio, sin que se les permitiera hablar, solo les ordenaron firmar un documento.

Germán Loera se negó a firmar al tiempo que pidió una llamada, pero fue violentamente golpeado en la cara y amenazado para que accediera. Las amenazas ya no sólo estaban dirigidas hacia él, sino también hacia su novia detenida en el C4, diciéndole que la iban a violar y a matar si él no firmaba.

Cada detenido firmó documentos que no se les permitió leer y mientras firmaban eran grabados por una mujer. Después, durante horas, permanecieron contra la pared en celdas individuales, con algunos agentes permitiéndoles breves momentos de descanso en otras posiciones. Germán Loera, esposado, se vio obligado a adoptar posturas incómodas, resultando en una lesión en su tobillo derecho que aún no ha sanado por completo.

Además, fueron obligados a cantar canciones como una forma de entretenimiento para los agentes, antes de ser trasladados nuevamente a celdas previas para pasar la noche. Durante este tiempo, Germán improvisó una almohada usando una parte rasgada de su playera, la cual posteriormente fue usada para cubrirle la cara durante un nuevo episodio de tortura.

Al día siguiente, según los detenidos, los agentes les dijeron que serían presentados ante el Ministerio Público y trasladados al centro penitenciario local. Durante este proceso, los obligaron a bañarse en condiciones adversas, y después fueron llevados al segundo piso del C4, donde finalmente se encontraron con representantes del Ministerio Público.

A Germán lo llevaron esposado con las manos atrás. Entró a una oficina donde había dos agentes del Ministerio Público, de entre 25 y 30 años aproximadamente. Fue la primera vez desde que llegó ahí que estuvo sin la presencia de algún agente torturador, así que les pidió a los del Ministerio Público que le permitieran tener un abogado. Si esto no era posible, les dijo que estaba bien, pero les rogó que dejaran de hacerle daño. Uno de los agentes del Ministerio Público dijo que aceptaba su solicitud y salió de la oficina.

Después entró un hombre robusto vestido con traje y corbata azul que le preguntó: «¿Quieres un abogado?» Germán respondió afirmativamente: «Sí». Entonces el hombre le respondió: «¡Pues toma tu abogado!» mientras le golpeaba la cabeza con la palma de la mano dos veces. Germán les dijo que por eso había preguntado si se podía antes, pero fue amenazado de nuevo. Le dijeron:

«Mira, ya valiste madre. Estás acusado de secuestro. Tú decides si quieres ir solo o con tu novia. Si haces lo que te decimos, la dejamos ir. Si no, ambos van al CERESO por secuestro.»

Estos hechos tuvieron lugar el domingo 4 de marzo de 2018. En los días siguientes, César Augusto Peniche, el fiscal de Javier Corral, se encargó de promover el escarnio en los medios presentando a Germán Loera como el líder de una banda de secuestradores, junto con los otros cuatro detenidos. Medios locales, nacionales y extranjeros dieron cobertura al comunicado oficial con la sola versión de la fiscalía de Chihuahua.

 
Escarnio en la prensa promovido por la Fiscalía del Estado de Chihuahua durante el gobierno de Javier Corral.